Somos Gezüar, un proyecto nacido del encuentro entre la pasión por el vino y la curiosidad por explorar nuevas culturas. Detrás de esta propuesta está Florencia Perri Santini, sommelier argentina con más de diez años de experiencia en la industria vitivinícola, especializada en comunicación del vino para bodegas, vinotecas y escuelas del sector.
Nuestra misión es conectar personas con territorios a través de experiencias enogastronómicas únicas en Albania, un país con un enorme potencial vinícola por descubrir. No ofrecemos tours masivos ni visitas convencionales: proponemos recorridos íntimos, cuidadosamente diseñados, donde cada copa de vino cuenta una historia, cada productor abre una puerta, y cada paso deja una huella cultural.
Guiamos a turistas internacionales en su idioma (español e italiano), articulando encuentros entre visitantes y vinotecas albanesas, generando vínculos reales, vivencias memorables y oportunidades para fortalecer el enoturismo local.
Creemos que el vino es mucho más que una bebida: es territorio, historia y comunidad.
En Gezüar, te invitamos a descubrir Albania desde esa mirada.
Fundadora de Gezüar – Albanian Wine Tourism
Argentina de origen y ciudadana del mundo por elección, lleva más de diez años dedicada a la comunicación del vino. Es sommelier, docente, viajera incansable y eterna estudiante, movida por la curiosidad y el deseo de aprender siempre algo nuevo.
Trabajó con bodegas, consultoras, vinotecas y escuelas, pero un día cambió el rumbo y siguió una nueva inquietud: mostrarle al mundo lo que nadie cuenta del vino albanés. Así nació Gezüar, su proyecto más personal. Desde entonces, se propuso tender puentes entre culturas, copas y personas, guiando a turistas por vinotecas, bodegas y paisajes que respiran historia y tradición.
Florencia no solo te acompaña: te traduce aromas, te cuenta historias, te enseña a mirar una etiqueta como si fuera un mapa. Camina con vos por Tirana como quien recorre su propia casa y te lleva a brindar con el mismo entusiasmo con el que habla del terruño, de las cepas autóctonas o de la magia de un buen maridaje.
Porque con Florencia, el vino no se toma: se vive.